LA HORMA DE SUS ZAPATOS
El Caturro tenía que hacer notificar a
un panquehuino y buscó para ello a Patasmujas. Cierto
día se detuvo a las puertas de la casa de Caturro un
auto con tres pasajeros, y de él se bajó Patasmujas
para comunicarle que ya venía a hacer la diligencia y
que a la vuelta lo esperara con almuerzo para tres.
El Caturro le hizo echar más agua a la
cazuela y esperó tranquilo el regreso de Patasmujas con
sus dos amigos.
Serían las doce cuando se detuvo de
regreso el auto y de él descendieron los tres personajes
anunciados.
-Adelante, que el almuerzo está
servido.
Y pasando al comedor se sirvieron todo
lo poco que les tenía el Caturro. Una vez terminada la
merienda, Patasmujas le dice al Caturro:
-La notificación está hecha, solo
falta pagar el kilometraje recorrido para efectuarla. Son
tantos kilómetros de venida y tantos de vuelta, en total
tantos pesos.
Conforme, le dice el Caturro, pero
descontemos tantos pesos por su almuerzo, y tantos por el
de sus dos amigos y la cuenta resulta tin con tan.
Y por primera vez en el desempeño de
su cargo el Patasmujas se encontró con la horma de sus
zapatos, haciendo una notificación gratuita.
EL DISCURSO DE LAS
COMPRENSIONES
Es muy corriente, aún en los tiempos
actuales, oír discursos que con pequeñas variaciones se
van repitiendo cada vez que se presenta la ocasión, por
el mismo personaje que se siente macanudo cuando se lo
enchufa al público. -Que falleció un bombero, un
político de arrabal, o un jugador de fútbol, basta con
cambiar los términos e intercalar el que correspondo al
finado.
El doctor Morales Labarca, que fue
decano de los cuchilleros renguinos en el siglo pasado,
pues su bisturí era el que más sangre hacía correr en
el Hospital de San Juan de Dios de esta ciudad, era el
orador indispensable en toda comilona que se efectuara
para festejar a cualquier forastero, bien o mal venido,
de esos que llegan al pueblo con las maletas vacías pero
con el bagaje de malas costumbres notariales; o bien
cuando algún finado deseaba dormir el sueño eterno como
los coltrahues, en los pozos artesianos del cementerio de
la calle Ciprés.
En cierta ocasión en que correspondió
al doctor Morales levantarse de su asiento para despedir
a un pelafustán que las emplumaba del pueblo, su
compadre, el abogado don Ramón Torrealba, le dice:
Compadre, si vas a repetirnos el discurso de las
comprensiones, ese que dice así: Señores, es necesario
que nos comprendamos, porque comprendiéndonos,
quedaremos todos comprendidos -ue como ves ya lo
sabemos de memoria, es mejor que te sientes. Entonces me
sentaré, porque no sé ningún otro,- y se quedó tan
tranquilo como si nada hubiera pasado.
LA TORTILLA DEL LORO
Un grupo de Garipauchos encabezados por
el Largo se dirigieron en una ocasión a Pichilemu, y en
una de las estaciones del ramal subió un comerciante en
huevos, el que comenzó a repartir los canastos debajo de
los asientos de los pasajeros de tercera, tocándole uno
al que ocupaban los Garipauchos. Inmediatamente el Largo
dio la orden de que por lo menos, cada Garipaucho, debía
atrapar su par de huevos del canasto que tenían debajo
del asiento, que por providencia divina, estaba tan a la
mano. Don Fruta dio el ejemplo y le siguieron en el uso
indebido de adueñarse de lo ajeno, el Toma Leche, don
Wenche, Filuca, el Gringo, Locatelly y otros más.
Al llegar al hotel en Pichilemu, cada
Garipaucho dejó su par de huevos sobre una de las camas,
en la pieza que iban a ocupar. En esto llegó el Loro a
visitarnos, que se encontraba veraneando hacía días, y
mientras los niños se aseaban un poco, el Loro, como
quien no quiere la cosa, se echó en los bolsillos de su
flamante dominguero, un par de huevos a cada lado, y las
emplumó.
Cuando vuelve el Largo a inspeccionar
el campamento, en el acto echó de menos los cuatro
huevos que se había llevado el Loro y preguntó:
¿Quién ha estado aquí?. El Loro, le contestaron. Y es
posible que un Loro le robe los huevos al águila; y
salió en su busca. Al divisarlo en la esquina de la
calle, se le va encima, con grandes abrazos, y lo
palmotea a su gusto por todas partes. En vano el Loro
quería evadir las muestras de aprecio de su amigo el
Largo, porque ya era tarde, pues la tortilla estaba hecha
y de los bolsillos del dominguero del Loro chorreaban los
huevos que era un contento.
EL CABEZA DE CEBOLLA
Había sido profesor de historia en un
Liceo de la Capital, donde dicen que estudió Cacerola,
cuando podía estudiar; y como buen profesor secundario
había acumulado trienios y gratificaciones que no sabía
en que invertir tanto dinero mal ganado.
Como el candidato a senador radical don
Alfredo Piwonka, tuvo la mala idea de no aceptar la
candidatura radical a diputado de don Samuel Trénova,
que holgadamente habría triunfado en Caupolicán, donde
el regionalismo es la mejor espada en las campañas
políticas de esta zona; los sanfernandinos propusieron
la de Cabeza de cebolla, y llegaron una tarde a Rengo
para organizar un comité de propaganda.
Locatelly fue designado tesorero y
recibió dos mil pesos para propaganda del nuevo
candidato, ya que Cacerola era el único guacho
legítimo, era también el único que lo conocía en la
región de los huasos. No doblaban todavía la esquina de
la Plaza para regresar a San Fernando los organizadores
de esta candidatura, cuando Cacerola propuso iniciar en
el acto la propaganda; y al efecto se ordenó una
suculenta comida donde el Tío Cuadra, y se tocó el
cencerro que anunciaba una comida gratis. Naturalmente
los Garipauchos concurrieron en masa y la mesa se
completó con todos los panquehuinos que forman la gran
fuerza electoral de Cacerola, cacique de la región de
los pangues.
Sin que Locatelly se diera cuenta, en
el momento del pago Cacerola, siempre estaba a su lado y
le llevaba la cuenta en la uña. Al día siguiente desde
temprano sonaba el cencerro de la propaganda y
principiaban a juntarse Rajha Noir, Mataviejas, Filuca,
Tarugo, Pollo Fiambre, el Loro Chancho Seis, que unidos a
otros numerosos simpatizantes del candidato, en menos de
lo que canta un gallo, dieron cuenta de los fondos
dejados para su propaganda, y así lo hizo saber
Locatelly al Comité.
Pero Cacerola, aunque siempre se ha
demostrado muy lerdo en achaques de cuentas, esta vez se
demostró muy saltón pues dijo: "Aún te quedan
doscientos veinticinco" y estos quedarán para
gárgaras exclusivas del Comité", y como se pensó
se hizo.
Cuando llegó el día de la votación,
Cabeza de Cebolla apenas sacó los votos del Comité de
Propaganda, porque según Cacerola, las municiones se
concluyeron tan pronto, que no alcanzaron sino para
convencer al Comité y no para asegurar el triunfo del
que solo fue un simple candidato a Diputado. A la postre,
el único ganancioso en esta campaña, porque en su
boliche quedaron los dos mil pesos de Cabeza de cebolla,
fue el Tío Cuadra.
CALDO GRUESO
Haciendo valer atropellos de vez en
cuando en Coínco mantuvo a rayas al elemento
conservador, con tan solo un par de pacos improvisados
que llevó desde Rengo, la noche antes de la elección;
la de tener una prole nada mal parecida, pero sí muy
numerosa, Caldo Grueso pudo conseguir una espléndida
recomendación en el Gobierno de los más capaces y
obtener una pega en Illapel.
Partió un día en el longitudinal y
apareció en Illapel convertido en un gran funcionario:
contador de los Lavaderos de Oro. Le entregaron los
libros, balanzas y todo lo indispensable para aquilatar
el oro.
Caldo Grueso, que solo había visto el
oro en las tapas de algunos relojes, y que de contar solo
sabía hasta un ciento, miró estupefacto los infolios
que debía abrir y se arrojó en un diván de la oficina.
-¿Que le pasa amigo? le dijo el
Gerente al regresar un rato después.
-¡Qué me ha de pasar! cuando me
encuentro metido en un berenjenal, que no sé como salir
de él. A decir verdad, yo creía que se trataba de
contar papas y de lavar algunas piedras que tuvieran oro.
Pero esto de garabatear en esos infolios y pesar estos
polvitos amarillos, es algo que no estaba en mis libros
-Veamos un Doctor para que recete algo.
-Eso, mismo estaba pensando,- y Caldo
Grueso partió con el Gerente en busca de un médico.
-¿Qué siente, amigo? le dijo el
facultativo.
-El clima de Illapel me ha desconocido
y la vista se me ha acortado al extremo de no distinguir
los números, y antes de embarrarla quiero pedir mi
traslado.
El doctor hizo algunas cifras que Caldo
Grueso las cambiaba por otras, de ahí que no tuviera
empacho para certificar que de continuar en Illapel el
Contador de los Lavaderos de oro, su bofe reventaría a
corto plazo.
Con documento tan preciso pidió cambio
de pega, por exigirlo su salud y el Gobierno de los
capaces, para no perder esta lumbrera, lo llevó a
Colchagua de asesor jurídico en una repartición
pública.
EL CABRIOLE DE DON SALVA
En una casucha de madera que existía
para guardar las herramientas en el parque del fundo Las
Nieves, en Popeta, pernoctaba don Salva, hermano del
propietario, que por sus rarezas lo consideraban con el
juicio perdido, siendo que en realidad está comprobado
que los locos tienen mejor juicio que los tontos, según
lo asegura Locatelly. Cuando tenía que bajar a Rengo
siempre lo hacia en cabriolé de dos asientos y no le
gustaba hacerse acompañar por nadie. En una ocasión que
por necesidad tuvo que detenerse en la Escuela de El
Baluarte, la señora madre de la profesora le pidió a
don Salva que por favor la llevara a Rengo, pues tenía
urgencia en bajar al pueblo.
-Con mucho gusto, señora, le dijo don
Salva, pero aguántese un poquito mientras voy a la
herrería de don Talo, y dando vuelta entró al fundo El
Baluarte y le pidió al herrero una sierra. En menos que
canta un gallo aserruchó el asiento del cabriolé
partiéndolo por mitad y arrojando lejos la parte
cortada. Y volviendo a la Escuela le dijo a la señora,
que ya lista se encontraba para subir al cabriolé.
-Suba ahora señora, que ya podemos
partir.
-Pero donde voy a sentarme cuando su
cabriolé solo tiene un asiento.
-Lo mismo digo yo, pero mi voluntad era
grande y mi mayor deseo habría sido bajar a Rengo en su
compañía, pero ya que no se puede... hasta más ver,
señora, don Salva partió solo en su cabriolé, que
desde aquel día dejó de tener dos asientos y se vio
libre de compromisos en sus viajes al pueblo.
SE ME DA VUELTA EL MUNDO
Mallohue, la tierra del Sol Pintado,
donde la Tralana y el Nunco se convirtieron en piedras
por mirar hacia atrás, es por muchos conceptos digno de
figurar en este Anecdotario Garipaucho.
Entre sus hombres productos de esa
comarca, se cuenta a José Miguel Cabrera, leguleyo
titulado en la Universidad de Bello, que durante muchos
años desempeñó en Rengo su profesión, aunque en su
bufete penaban las ánimas más que los clientes.
En donde se alza hoy día el palacete
del Liceo, existía en antaño un ruinoso edificio con
piezas que daban frente a la Plaza de Armas; en una de
ellas pernoctaba el abogado Cabrera. Como en la esquina
Nor-Oriente de la misma plaza estaba el Hotel de Federico
Santibáñez, hoy llamado Comercial, el abogado se
dedicaba más al tintoco que a explotar a sus clientes, y
eso que en aquel entonces aún no se conocía la
tinterillada de los abogados de hoy día, que aún están
en el Colegio, de exigir firma de uno de ellos en todo
escrito que se presente a Usía, aunque sea para no decir
nada; con tal que el cliente afloje los pesotes que lleva
en su bolsa.
Al caer la tarde de cierto día, ya
Cabrera había sacado un par de hornadas y después de la
última, se había sentado en la puerta del Hotel para
ver pasar la gente, y se le vio que con la llave en la
mano hacía ciertas mariguanzas que nadie alcanzaba a
comprender, hasta que uno de sus amigos le preguntó lo
que ello significaba.
-Como se me da vuelta el mundo y con
él la Plaza de Armas, que tengo al frente, estoy
cateando que pase mi pieza para achuntarle con la llave y
así poder entregarme en brazos de Morfeo, sin necesidad
de tener que atravesar la Plaza.
MI SEÑOR DON BURRO
Mercedes Abarca vivía en Pumanque que
así se llamaba un antiguo caserío situado en el camino
público que divide los fundo de Tipaume y El Sauce, en
las tierras que fueron de don Juan de Lobo, cuyo nombre
se conserva hasta hoy día con el de Lo de Lobo, camino
que tomó la montonera de J. Dolores Fernando y al
retirarse a Pichiguao, en cuyo Portezuelo se verificó el
único hecho de armas que cuentan las crónicas de esta
región.
Mercedes había oído hablar de la
familia Macho Parada, Toro Mazote, Vaca de Castro, de
manera que cuando en una ocasión, le dijeron que el juez
de Lo de Lobo era nada menos que el BURRO, sobrenombre de
una distinguida persona de la región, no hizo mayor
hincapié cuando tuvo que ir ante el Magistrado con el
objeto de alegar la posesión de una chancha golosa.
Aquí vengo, Señor don Burro... y no alcanzó a terminar
la frase, porque el Burro le dio tal coz, como la famosa
patada de la mula del Papa de Avignon, que lanzó lejos a
la pobre Mercedita, que volvió a su rancho de Pumanque,
sin saber la causa del disgusto del Magistrado cuando lo
había tratado de Señor y de Don...
AL FIELCITO
Era don Floro Medina un comerciante muy
bonachón, que en la Escuela de don Pedro Beas solo
aprendió la operación de multiplicar, sin poder nunca
sumar y restar, por lo que pronto se llenó de semilla, y
el boliche que tenía en la calle Urriola no le daba para
mantener tanta prole.
Los chacoliceros aumentaban día a
día, debido a su buen genio, cualidad indispensable para
que el público consumidor aumente y no disminuya, como
le sucede a muchos boliches de esta pueblo, en que el
mesonero suele poner cara de perro buldog para servir a
sus clientes.
Cuando llega el momento clásico de
pagar las cachadas, que es cuando se aprecia la bondad de
la tela, al decir del Inspector Labarca; en cambio el
tocuyo asalgado es rajativo como don Bayer; don Floro
recibía en congrio de diez pesotes y comenzando a
trabajar en su libreta, haciéndose como que sacaba la
cuenta y siempre terminaba con la misma muletilla:
"al fielcito, ni te pasaste, ni te quedaste" y
embuchaba el congrio enterito. Cuando el gasto subía y
faltaban un par de congrios, era inútil que el que
hacía el tocuyo asalgado esperase el vuelto, porque don
Floro, inmutable y seco en sus cuentas, después de la
operación en su libreta, siempre llegaba a la misma
conclusión: "al fielcito, ni te pasaste, ni te
quedaste".
Hoy, cuando en los boliches de dudosa
moralidad, el cantinero quiere hacerse el sueco con el
vuelto, los Garipauchos le preguntan: "¿qué ha
resucitado don Floro Medina?".
PARECE INGLES
Don Rafael Román Ávila era magistrado
en Corcolén y en cierta ocasión en que le tocó actuar
para levantar un sumario con respecto a una persona que
pereció ahogada en el río Claro, frente al paso de
Tilcoco, comenzó a dictarle a su Actuario el parte del
Juzgado de Letras, en la siguiente forma: "En esta
jurisdicción ha aparecido un difunto cadáver muerto,
persona que ha fallecido y que por el metal de
voz..." a ver Actuario, apriétele la guata al
muerto. Y al hacerlo el Actuario salió un sonido
gutural, algo así como "guau" y entonces don
Rafael completó la frase agregándole: "parece
inglés".
EHI TA LA PATA
Allá por el año de la revolución de
Balmaceda, al decir de las comadres del barrio
Guangualí, vivía en la esquina sur de la salida de la
calle de este nombre a la de Arturo Prat, en el mismo
edificio que hasta hoy conserva su estilo colonial, como
lo indica la pilastra redonda que separa las dos puertas
de salida, don Pepe Zuaznábar casado con doña Tránsito
Morales, ascendiente de nuestro amigo El Loro, y que
tuvieron por hijos, a Eleodoro y Rafael, este último
diputado al Congreso años más tarde.
Allí tenía don Pepe la única
panadería que había en el pueblo, pues aún no habían
aparecido los forasteros españoles que hoy tienen
monopolizada esta industria, y todo el mundo concurría a
la de don Pepe para abastecerse de lo que en los tiempos
que corren es el primer símbolo del Frente Popu:
"pan, techo y abrigo". Don Pepe atendía
personalmente el mesón y antes de dar el vuelto le
preguntaba al cliente ¿cuánto le quedo debiendo?.
-Me sobran dos reales, le respondían
en algunos casos.
-Ehi ta la patá, les contestaba don
Pepe, dando un fuerte zapatazo en el entablado.
Y es por eso que los renguinos de
antaño llamaban De la Patá, a la calle que hoy se
denomina Guangualí.
EL BAROMETRO GARIPAUCHO
Con motivo del último aguacero, los
Garipauchos consultaron su barómetro, resolvieron lo que
esta décima indica:
Anuncia buen tiempo estable el Loro, si
está sereno;
Boche Grave anuncia el trueno,
y don Fruta tiempo variable;
y en vista de lo insondable
los Garipauchos resuelven
ir donde el Cid Campeador
a beber con frenesí
de ese rico chacolí
que en el mundo no hay mejor.
ECHE AL MOZO PARA AFUERA
Donoso Ravantós llegó a Rengo con
motivo de un horrendo crimen que había cometido el
Doctor Braulio Alarcón, con la persona de una dama, por
el delito de haberse demorado en abrirle la puerta. Con
tal motivo "El Mercurio" destacó a su mejor
reportero para que viniese a Rengo en busca de
informaciones.
En la esquina sur oriente de la Plaza
de Armas tenía su estudio el abogado don Tristán
Gálvez Palma, el patriarca del pueblo, como se le
designaba, y tenía por escribiente a don Arturo Rosales,
llamado El Bufa, por la fachita que se gastaba y por los
bufidos que daba de cuando en vez; en cambio El Patriarca
era tan descuidado en el vestir, que a menudo se le veía
hasta con la camisa salida por detrás.
Cuando Donoso apareció en el dintel
del estudio, el Patriarca se entretenía en sacudir los
libros de su estante; mientras tanto el Bufa se paseaba
con paso militar, de una sala a la otra. Naturalmente que
Donoso se dirigió al Bufa, a quién consideró dueño
del buque y le dice: -Señor, El Mercurio me envía para
saber su opinión con respecto al crimen del Doctor
Alarcón. Tome asiento y pregunte no más. Es que
como el asunto es grave, le rogaría hiciera salir al
mozo del estudio. Es que el estudio es precisamente
del mozo, o sea de don Tristán Gálvez, de quién yo soy
solo su escribiente.
Donoso dejó de ser Ravantós, porque
allí mismo se reventó...
EL MILLONARIO TACAÑO
Don Roberto Lyon, ingeniero y
millonario, era el dueño de la gran hacienda de Almahue,
ubicada en la comuna de Pichidegua del actual
departamento de San Vicente; pero don Roberto, aunque
millonario, era muy descuidado en el vestir.
Como tenía en Rengo a su abogado, que
para él era muy superior a don Ricardo Letelier,
considerado el mejor abogado de todos los tiempos, ya que
sus pleitos, que los grandes abogados de la Capital, Mac
Iver, Yáñez, y otros los consideraban perdidos, su
abogadito de Rengo como él decía, por don Tristán
Gálvez se los ganaba con costas.
En cierta ocasión me encontré con un
caballero sentado en el banco de madera que había en el
corredor de mi casa, el que con mucha atención miraba un
plano del departamento que yo había colocado en la
muralla. Como se levantara del asiento para observarlo
más de cerca, yo, de comedido, me adelanté para
explicarle lo que significaban los signos que sirven para
indicar los caminos, ferrocarriles, ríos, etc.; y
continuando con las explicaciones llegué hasta decirle:
-Aquí tiene, señor, la gran hacienda de Almahue, de un
señor Lyon, millonario, pero muy tacaño. Oh, si,
si, me responde, tacaño, tacaño...
En esto aparece mi padre y le dice:
-Perdone don Roberto que lo haya hecho esperar tanto.- No
importa don Tristán, aquí me he entretenido con su hijo
que me ha estado dando lecciones de ingeniería, y me ha
hacho saber lo que yo ignoraba: que soy un gran tacaño!
¡Era en persona don Robert Lyon!
Don Claudio Vicuña había comprado, en
Los Barriales, una extensa dehesa y a cargo de ella, puso
a un polaco como administrador. El hombre era excelente y
don Claudio estaba encantado con su empleado, muy
diferente a los de ahora, que dejan al patrón en la
calle y ellos se quedan con el fundo; porque nunca se
cortan las uñas. Pero resultó que la nostalgia del
terruño enfermó al polaco y lo hizo saber a su patrón.
Y don Claudio le dijo: -Y si yo te hiciera vivir en
Polonia, ¿te quedarías satisfecho? Eso es lo
único que deseo. Pues bien, vivirás en Polonia.
Y don Claudio se fue donde el Director de ferrocarriles y
consiguió el cambio de nombre de la estación que se
llamaba Los Barriales, por el de Polonia, que conserva
hasta la fecha, y el polaco no tuvo más que continuar a
cargo del fundo de don Claudio.
DON PANCHOTE
Se estaba ya ahuesando cuando le dio
por contraer nauseas, o sea ponerse al yugo del
matrimonio, y como había sido muy juguetón, no le
faltaban los descuidos en papel simple. Cuando menos
pensó, tomó el vapor para Australia, que es el país a
donde se dirigen los desposados. Como se había gastado
corriendo a la estaca, cuando se le dio cancha y lado
para que corriera en punta, se arratajó y no pudo dar
producto alguno a la Patria. Pero había por ahí una
maritornes que se sentía con dolores a las caderas y de
ellos culpaba a don Panchote. No faltó un alma compasiva
que le hiciera saber esto a Panchote, y como era de buen
corazón, y de acuerdo con su cara mitad, acordaron
adoptarlo cuando llegara al mundo y mientras tanto
subvencionar a la que iba a ser madre de su hijo, con
sesenta pesos mensuales. Todos los meses era puntual en
el faumento, pero cierto día que revisó el apunte, se
encontró que ya iban catorce mensualidades y aún no
brotaba el injerto. Pidió un alfiler de sombrero y se
fue de hacha donde la maritornes y sin que se diera
cuenta, le clavó el alfiler en la guata, pero como el
bulto era de puros trapitos, ni siquiera el grito pudo
oír de su primer hijo, aunque por camino extraviado.
LA CORONA DE LOS CANARIOS
DE MITO
La mitología garipaucha parece que es
conocida en todo lo largo del País, pues no solo en la
tierra de Matagatos, sino en esta de los Matta-Gallos, se
cuentan anécdotas Colchaguinas, como ésta que he oído
en Copiapó.
Cuando Mito estudiaba en la Capital
para doctorarse en tapados de portillos ajenos y en
arrancadura de muelas sin dolor, salía a la casa de una
Tía, la que tenía una crianza de canarios.
-¡Cuidado chiquillo!, solía decirle a
Mito, no me vayas a romper la rejilla de la jaula y se me
vuelen todos los canarios.
-No se le dé nada Tía, que para eso
tengo buenas manos y todos los pillaría.
Como Mito cuando chico tenía el mismo
vicio que hoy tiene el Prolongado Guzmán, las pelotas, y
era como potrillo nuevo que nunca podía estar quieto,
cierto día resultó lo que la Tía había pronosticado.
De un pelotazo, Mito rompió la rejilla de alambre, y los
canarios se salieron de la jaula a gozar de la dulce
libertad. Pero quiso la buena suerte, que nunca desampara
a Mito, que los pajaritos se posaran sobre un arbolito
del jardín, y Mito, con los ojos de carnero ahogado,
corrió a la calle en busca de un par de suplementeros
para que le ayudaran a pillar los canarios y a quienes
les ofreció un par de pesos por cada canario que
atraparan. Los baldes de agua que le lanzaron dieron en
el blanco y ya los canarios no pudieron volar, sino que
apenas corrían por el suelo. Uno a uno fueron
pillándose y Mito corría donde la Tía, que hecha un
mar de lágrimas, no podía consolarse con la pérdida de
sus pajaritos.
-No se le dé nada Tía, que aquí
tiene uno y luego estarán todos pillados. Y en la falda
de la Tía iba arrojando uno a uno los canarios a medida
que eran pillados.
Pero Mito, acostumbrado a apretar
fuertemente las pinzas con la mano derecha, mientras a la
izquierda enseñaba a ser mano rota, iba reventando los
canarios y en la falda de la Tía caían agonizantes los
pobres pajarillos.
Cuando la tarea fue terminada, los
suplementeros pagados, y con la risa en los labios
volvían donde la Tía, creyéndola feliz y contenta por
haber recuperado sus pajaritos, oyó que ésta le decía:
-Mito por Dios, aún no has aprendido a
tapar portillos ajenos, ya que por el de la jaula se
salieron todos los canarios; pero en cambio eres perito
en operar sin dolor, pues aquí tienes todas tus
víctimas que han muerto sin lanzar un solo gemido.
Y la Tía, con las plumas de los
canaritos muertos hizo una corona que la conserva hasta
la fecha como recuerdo de la hecatombe, y con lágrimas
en los ojos, se la muestra a los colchagüinos,
diciéndole: "Esta es la corona de los canarios de
Mito".
EL ÑECLA
Los alumnos del Liceo lo llamaban
"El Ñecla" y era de ver la cara que ponía
cuando en el pizarrón le dibujaban un volantín. Media
sala quedaba castigada.
Los Garipauchos organizaron una
excursión a la Isla Juan Fernández y Ñecla se
incorporó a la patota. Partimos un once de Febrero y en
el hermoso trasatlántico "Orduña" hicimos la
travesía del procelso mar. Como la tercera clase estaba
a popa, y la corriente de Humbold le imprimía a Orduña
un vaivén que hacía perder los estribos al mejor
jinete, el 99% de los pasajeros fue víctima del terrible
mareo, y Ñecla fue el primero de esas víctimas.
Tanto de ida como de regreso, Ñecla
más parecía un saco harinero que profesor de un Liceo,
y todavía, como el de Rengo, que en aquella época, con
gabinete de física y química, sala de gimnasia, y un
centenar de escautes totalmente provistos de indumentaria
de campaña, tenía fama de gran establecimiento
educativo.
Cuando Ñecla, con su silueta de
estropajo regresó a Rengo, y alguien le preguntó como
le había ido en la excursión le contestó: - Muy bien
todo, pero otra vez que vayamos a Juan Fernández, yo no
voy más......
EL ALEMAN DE LA POTRA
Cocalán es una de las regiones más
hermosas del valle central de Chile, donde la palmera
domina como reina y señora en toda la zona. Está
ubicado en la serranía de Alhué, al norte de la
estación Las Cabras, y su actual propietario la
adquirió desde Europa, por cable, por el solo hecho de
saber que en Cocalán había leones.
El capellán de los Garipauchos, el
inolvidable Rajha Noir, dispuso que para purgar sus
pecados, la patota garipaucha debía trasladarse a
Cocalán, y no volver hasta que le dieran el bajo a un
barril de diez arrobas del chacolí rosado que fabricaba
el famoso Gringo de la Granja, años atrás
La patota partió en Semana Santa, al
caer una tarde, y a su paso por San Vicente fue
cumplimentada por Escobarini con unas gárgaras de un
litriado con gusto a poco, al decir de Don Fruta, que es
técnico en la materia. A su paso por La Rosa, fue
necesario echarle agua al motor del camión, y bajaron
Mito, El Fisco y don Tucho; y como demoraban demasiado en
la maniobra, Locatelly bajó también para apurarlos,
pero los encontró acogotando un par de patos blancos que
dormitaban en la orilla de una poza de agua, y por
precaución técnica, se ordenó continuar rápidamente
la marcha, antes que despertaran sus dueños. Al amanecer
nos encontramos en la Palmería de Cocalán, y después
de un corto sueño reparador, salimos todos de caza,
dejando a Don Fruta a cargo del campamento y para que,
como buen cuque miliciano, ordenara lo que Panchote
debía aderezar para el almuerzo. Cuando regresamos a la
una del día, con un hambre canina, nos encontramos con
que Don Fruta se había entretenido en curar a todos los
vaqueros que por allí pasaban, y hasta Panchote colgaba
a la orilla del estero, como un estropajo aventado por el
chacolo del Gringo, sin tener otra cosa que masticar que
un charqui apolillado que había llevado el Toro Vaca.
Al caer la noche de ese primer día de
ayuno forzado, el Marqués de la Marraqueta hizo una gran
fogata con las hojas secas de las palmeras, y a su
alrededor tomaron colocación los garipauchos para oír
los cuentos y tallas de Mito, el gracioso de la comparsa.
Como el alemán de la Potra, dormía la cuarta mona de
ese día, dispuso el comando hacerle una jugada, y se
comisionó para ello al Toro Vaca, dándole las
instrucciones del caso.
Acercándose al dormilón, el Toro Vaca
sacó su revolver y bien al oido del alemán, dispara un
tiro, y le arroja lejos el sombrero que cubría su
cabeza, gritando todos al unísono: ¡Lo mató! ¡Lo
mató!.
El alemán de la Potra, despertando,
saltó como un culebrón herido y fue a caer en medio de
las llamas que atizaba el Marqués, gritando, también:
¡Me mató! ¡Me mató!.
POR EXCESO DE PREPARACIÓN
Los Garipauchos, antes de ser
bautizados por su Capellán, tenían que someterse a un
examen de preparación: el declive no debía ser menor de
un 5% según lo disponía al art. 4º de los Estatutos.
Como simpatizante fue presentado un
joven recién llegado al Banco, maucho de origen y que se
inscribió bajo el nombre de Don Ajenjo.
Se organizó una excursión a
Caracoles, que era la primera a que asistía el
simpatizante. En el trayecto demostró asombrosa
actividad y le puso tan tupido, que al llegar al Rendes
Vous designado, ya Don Ajenjo estaba en calidad de bulto.
La comisión informante estableció que teniendo
demasiado declive el postulante, pues pasaba de un 50%,
no podía ingresar a la Corporación, y fue desechado por
exceso de preparación.
¡ AL AGUA, PATOS ¡
Cataclismo es un genuino representante
del pueblo de Rengo, pues es cojo, y como es el único
varón de la familia, para que matara el ocio, su madre
le había entregado la administración del fundo Tilcoco,
ya que como niño regalón, lo único que le faltaba era
una pata, la que al tenerla buena, habría sido campeón
en la maratón. En compañía de su futuro cuñado,
Facundito, se convirtieron de la noche a la mañana, en
grandes agricultores.
En cierta ocasión invitaron a un grupo
de Garipauchos para que fueran a visitar el fundo y
naturalmente, estos no se hicieron repetir la
invitación, y se dejaron caer a Tilcoco. En menos de lo
que canta un gallo se descogotaron varias de esas aves
que vuelan para que no les pille el zorro y bien remojado
con rico chacolo de su compadre guacarhuino, se sirvió
un suculento almuerzo.
Para acortar la tarde se organizó un
paseo a Corcolén y mientras Don Fruta recogía
callampas, que era un contento, ya que las había en
abundancia en los añosos troncos de álamos cortados,
salió al camino una viejita para decirnos que una pareja
de los defensores del orden, recién la notificaban para
que a su regreso les tuviera una cazuela y mandara buscar
chacolo, para divertirse un rato en compañía de un par
de nietecitas, nada mal parecidas que tenía a su cargo
la viejita, so pena de denunciarla al Juez de Guacarhue
por venta clandestina de licor, si así no lo hacía. Y
como estos señores son como Patas Mujas, ministros de
fe, nadie me va a despintar la multa si no los atiendo
como me lo han ordenado. No se le dé nada, señora, que
aquí tenemos al tinterillo de Locatelly, que la sacará
de apuros. Y en efecto, Locatelly. Sacando ipso facto
papel y pluma redactó un ukase en el que dejaba
constancia que el único licor que había en aquella
casa, era el agua pura y cristalina que corría por la
acequia, el que fue firmado por toda la patota, indicando
cada cual su título, al margen de la firma, y el que
menos era Gobernador. Cuando al regreso los llamados
defensores del orden se impusieron del documento,
continuaron su camino malhumorados, por haberse ido en
banda la fiestoca.
En el Centro Cultural de la Rosa Boche,
del que era Presidente vitalicio Cataclismo, los
Garipauchos fueron festejados con un chacolo rosado, de
tinaja recién abierta en su honor, ofreciendo la
manifestación el Secretario, un señor De la Cueva, pero
ya sin los humos de los que lleven este apelativo.
Bien emparafinados regresaron a
Tilcoco, pareciendo más bien bandadas de choroyes, antes
que patota Garipaucha.
En las casas del fundo Don Fruta se
dedicó a preparar sus callampas recogidas en el camino,
mientras la noche extendía su negro manto sobre el
solitario campo de Tilcoco, y para alumbrarse en las
tinieblas no había mas remedio que ponerle y más
ponerle corto pero tupido.
Cuando la tomatera estaba en lo mejor,
se sirvieron las callampas de Don Fruta, que como
legendario cuque miliciano, las había aderezado en un
tarro parafinero; y como se le cerraban los ojos a la
mayoría de los visitantes, Cataclismo, que más parecía
cuero de oveja que patrón de fundo, pues no movía ni la
pata buena que le quedaba, le dijo a Facundito que le
indicara el alojamiento a los visitantes. Unos a gata y
otros arañando por las paredes siguieron a Facundito,
quién señalándoles un pajal, les dijo: Para la mona
que tienen, basta y sobra con este lecho. Pobres seremos,
pero no chanchos, le respondió Rajha Noir e incontinente
ordenó la partida.
El camino que va de Tilcoco a Puente
Alta, tenía como una cuadra que se llenaba de agua, y
que en la noche aumentaba con la suspensión de los
riegos, y allí quedó trancado el auto en que regresaban
los visitantes de Tilcoco. Antes de pasar la noche entera
metidos en un bote y en un auto, Rajha Noir gritó:
"Al agua patos", y como orden del capellán, no
hubo más remedio que desnudarse y echarse al agua para
sacar al auto, empujandolo todos. Era de ver a los
Garipauchos rabones, con el agua a la cintura,
emparafinados con el chacolo de doña Rosa Boche,
empujando el coche en medio de una noche más obscura que
el Negro Arenas y tiritando de frío, despreciando el
regio alojamiento que les ofreció Cataclismo, visado
agricultor De Tilcoco, a sus amigos, los Garipauchos de
Rengo, en una fría noche de invierno.
EL DOBLE DE DON PINTITO
Don Pintito tiene su doble en un
hermano gemelo, tan parecido en sus caprichosas facciones
como en su no menos caprichosa indumentaria. No hace
mucho que un alemán de Valdivia lo semblanteó un poco y
luego se le fue encima, agregándole: -¿Cuándo llegó
del Aysén, mi querido Gobernador? Porque el hermano lo
había sido de aquella región, donde lo había conocido
el alemán.
- Ah, me confunde con el otro, pues yo
no lo conozco a Ud.
El alemán quedó dudando un poco, y
como se sabe que en Chile es corriente que los palos
apolillados, cuando por capaces y honestos se pescan una
pega, o cuando les toca en matrimonio un avocastro pero
con pesotes a la muerte de los suegros, que los hace
cambiar de paso y no ver en el día a los que antes
conocían hasta en la noche mas oscura, dijo para sí: -
Este debe ser un palo grueso.
Al día siguiente el mismo alemán
divisó nuevamente la silueta de Don Pintito y lo abordó
para darle explicaciones, ya que el día antes lo había
confundido con su hermano; pero Don Pintito, mal humorado
en esta ocasión, ya que siempre es tan meloso, le dijo:
Otra vez, si soy el mismo de ayer;
déjeme en paz.
Y el alemán agregó; -
¡Cagamba...Cagambita....cagambola!
PALITO EN LA COLA
También los huasos de Santa Rosa de
Pelequén suelen pasarle gatos por liebres a los
rastacueros de la Capital, y si no que lo diga Palito en
la cola, hijo del Rico por la piedra y hermano de aquel
Pedro María que, cuando Carne Amarga le hizo que
escribiera su nombre en el pizarrón, al entrar por
primera vez a la preparatoria del Liceo de Rengo, le
suprimió a Pedro las letras D y R, y a María le corrió
la R y la puso después de la I, y en lugar de la A, le
puso una E, y que por trotar siempre a la inglesa, siendo
que era oriundo de Imahue, y no de Talca, Paris ni de
Londres, el populacho la suponía que por tener algún
apéndice en donde la columna vertebral cambia de nombre
no podía sentarse como lo acostumbran los huasos de esta
tierra.
En una ocasión su padre lo mandó a la
Capital para sacarle mejor precio a unos alamitos que
quería negociar, y en una picantería se encontró con
el Negro Azolas, en el Mercado Central, que es el rendebu
de los huasos de Colchagua, y le contó el objeto de su
viaje. Un barraquero que paladeaba un plato de picarones,
en una mesa vecina, al imponerse del negocio que iba
buscando Palito en la Cola, se le apersonó para decirle:
Siempre que fuera una gran cantidad, yo me interesaría
por los álamos que viene a negociar...
Como por encanto, las grandes alamedas
de la Hacienda de Chuchué, se le presentaron en la
mente, y como ellas estaban vecinas al fundo del Rico por
la Piedra, no tuvo empacho para considerarlas como de su
padre y ofrecérselas al comprador.
Estando de acuerdo los contratantes en
vez de buscar un Notario de esos que tienen empleados que
estrujan a los clientes centuplicando el arancel,
mientras el amo se hace el de las monjas, prefiriendo
remojar con tintoco el compromiso, ya que la tinta del
Notario es tan indeleble como la que vende el bolichero
por decas y medias decas.
Al siguiente día partieron ambos en
dirección a Pelequén, la antigua Laguna de barro de los
aborígenes, y que hoy, por milagro de Santa Rosa está
convertida en una simpática población urbana. Después
de recorrer el camino de Pelequén a Malloa, cuyas
alamedas del lindero norte entraban en el negociado, el
barraquero no tuvo inconveniente para alargarle algunos
miles de pesotes, de quince peniques, y regresó a la
Capital para volver cuanto antes a iniciar la
explotación.
A los pocos días se le vio llegar e
instaló el aserradero en un bosquecito que había frente
a las casas que fueron de Ignacio Velasco, el Boca de
Toyo, y se dio principio a la explotación.
No faltó un vaquero del fundo que le
avisara al administrador de Chuchué lo que sucedía, y
éste se vino a galope tendido.
Qué es lo que está haciendo usted, mi
señor, le dijo el Administrador al barraquero.
Lo que Ud. ve mi señor, Le compré al
dueño del fundo estos alamitos y los estoy explotando.
Pero si Don Carlos Larraín Bules anda en Europa, y no ha
podido vendérselos sin que me avisara.
Qué Larraín, ni que niño muerto, si
Palito en la Cola es el que me los ha vendido.
Naturalmente que aclarada la
situación, el barraquero no tuvo más remedio que
levantar la faena, y regresar a la Capital, pensando en
que también los huasos de Santa Rosa de Pelequén
sabían contar el cuento del tío y pasar gatos por
liebres a los rastacueros de la Capital.
EL ANILLO DE COMPROMISO
Como lo dijo el Poeta de Colchagua:
Desde su niñez temprana
Tuvo el LARGO loco afán
De una esperanza no vana:
De ser jirafa africana,
O ser gigante alemán.
Y si el cóndor reta a duelo,
Y a las nubes hace guerra,
Porque el LARGO sin vuelo,
Con sus pies toca la tierra,
Con su cresta escala el cielo.
Pues bien, en cierta ocasión, cuando
Cupido lo tenía prisionero en las redes del Amor, y
tenía que viajar muy seguido hacia las tierras de las
vertientes, que así llamaban nuestros aborígenes a
Coínco, con el pretexto de tomar la medida para mandar
hacer los anillos de compromiso, el Largo llegó a casa
de su prometida, llevando como único bagaje, un par de
calcetines. No se sabe si por lo prolongado de cuerpo y
de alma, al pasar por el estero del pueblo, el que antes
no tenía puente, se mojó los pies y se vio obligado a
cambiarse los calcetines, colocando los recién sacados
en el bolsillo del revólver. Cuando estaban en el
puchero, un viento colado que penetró por un vidrio roto
de la ventana del comedor, hizo que el Largo estornudara,
y rápidamente echó mano al bolsillo de revólver, y en
vez de sacar el pañuelo, sacó los calcetines usados,
los que hicieron que toda la concurrencia estornudara al
unísono. Sabía los caprichosos guisos culinarios del
Largo, en el plato de cazuela le puso el hueso del
agarradero, por la enorme médula, como dice Cervantes, y
no médula, como acostumbraba a decir la gente que ignora
el idioma patrio. Como no se atrevía a tomarla con la
mano para soplarla, no tuvo más remedio que meterle el
dedo al hueso, saltó la médula, pero el hueso le quedó
como un anillo en el dedo del Largo. Rápido puso la mano
bajo la mesa, pero ¡oh calamidad!, allí estaba echado
el perro de la casa, que al sentir el olorcito del
sabroso hueso, le tiró un tarascón y no lo aflojó
hasta que no hubo sacado el hueso del dedo del Largo;
pero el Largo que no sabía que hacer, y el perro que no
le aflojaba, lanzó por fin un grito, y todos tuvieron
que imponerse de lo que sucedía, es decir que en vez de
un anillo de compromiso, cuya medida iba en su busca,
había encontrado la horma de su zapato, el hueso del
agarradero que el Largo se había colocado esa noche en
el comedor de su prometida, era el verdadero compromiso
de su futura boda.
APURESE DON OYENO, QUE
VIENE EL AGUA
Una patota de Viejos Verdes solían de
cuando en vez, arrancarse del pueblo para ir a echar una
cana al aire en la tierra de los naranjos floridos, donde
antes crecían enormes las hojas de los Pangues.
Después de oír su consabida tonadita
y de remojar la agalla con un chacolo mejor que agua
bendita, y mientras reposaba a fuego lento la cazuela de
gallina castellana, los Viejos Verdes salían a dar una
vueltecita por la chacra, para ver si los choclos ya
macollaban. Al más quedado en las huinchas le
correspondía mancornarse con la Vieja, mientras los
demás del bracete de las muchachas, se perdían entre
los porotales en vaina.
En cierta ocasión, por lerdo, le
correspondió a Don Oyenó salir a la rastra con la
vieja, y como ni cabresteaba, no tuvieron más remedio
que arrastrarse sobre el taco que recién había hecho un
regador en la acequia madre de la chacra. Y allí
platicando la amistad, esperaban ya largo rato el regreso
de las demás parejas, cuando sintieron el alerta del
regador, que sentado a la sombra de un sauce, les vino a
cortar el hilo de la inspiración: -Apúrese don Oyenó,
que viene el agua!-
EL MANCO TORDILLO
Rafael Granifo en Guacarhue y Alfredo
Hoffmann en Rengo, eran el terror de los mortales cuando
se les pasaba la mano en el arte del Dios Baco, que
consiste en empinar el codo y tomárselo todo.
En Guacarhue cuando Granifo montaba en
su manco tordillo y comenzaba a merodear por los
boliches, se suspendía el tránsito por la calle y no se
oía otro ruido que el cerrar de puertas de todas las
casas del pueblo; en Rengo, cuando el Alemán llegaba al
Hotel, comenzaba por hacer carambola lanzando un
botellazo a la estantería de licores y terminaba
tendiéndose en el billar para encumbrar de una patada la
enorme lámpara belga, cuya parafina corría después por
el paño del billar como río en avenida.
Después del triunfo de la Revolución
del 91, Genaro Lisboa fue nombrado Gobernador de Rengo, y
Tristán Gálvez como reo político, pasó a ocupar una
celda en los altos de la Escuela Modelo de la Av. José
Bisquertt.
Como Granifo tenía gran estimación
por Gálvez y a la vez era amigo de Lisboa, se ofreció
para servir de fiador y pudiera Gálvez salir en
libertad. Lisboa prometió aceptar, pero viendo Granifo
que pasaban los días como suspiro de monja, sin que
Lisboa cumpliera con la palabra empeñada, mandó a
Guacarhue en busca de su manco tordillo. Esto que supo
Lisboa y Gálvez que es puesto en libertad, eso sí
relegado a Guacarhue, su tierra natal.
Y Granifo para no perder la traída de
su bien ponderado Manco Tordillo, hizo detener al día
siguiente el carrito de sangre que corría por la calle
Prat a La Isla, y clavándole espuelas a su Tordillo, se
coló como San Pedro por su casa, dentro del carro, y el
cochero no tuvo más remedio que azotar sus pingos y
llegar hasta la plaza con Granifo y su Manco Tordillo
EL CHIQUITIN
Cristo De Palo se amaneció cuidando a
Filupa, El Chiquitín como le decías sus amigotes, el
que a consecuencias de una moscorra morrocotuda, como se
dice en Guipúzcoa, se vio obligado a encaramarse en el
mismo campamento en que se inició la tomatera. Como
Cristo de Palo es tirado con honda para los entierros y
para cuidar a los amigos cuando se les sube el chacolo a
la cabeza, se propuso no abandonar a su viejo compañero
de trienios y gratificaciones, y fue así como no
apareció en toda la noche por la casa
A la mañana siguiente se encontró en
la Plaza de Armas con una profesora recientemente llegada
al Liceo, y le pidió le disculpara con don Salustio, el
Rector, que no podía ir a clases porque se había
amanecido cuidando al chiquitín.
La profesora, que maldito la cosa
sabía a quién llamaban el Chiquitín, apenas llegó al
Establecimiento fue en derechura a la rectoría, para
decirle que el profesor de Trabajos Manuales, no podía
asistir a clases por haberse amanecido cuidando al chico.
Don Salustio que bien conocía las uvas
de su majuelo y sabiendo que Cristo de Palo no tenía
guagua ni chico alguno le contestó:
"El chico ese tiene más de 40
años y ya no toma mamadera por mano ajena, sino que con
la propia la toma por decas y medias decas.
MANITO DE ANGEL
Todos los Garipauchos saben que Manito
de Ángel es técnico en curtiduría; en mecánica
automovilizada, desde cuando le recomendó a Locatelly
que cambiara su Foyeque de pedal, que se encontraba en
perfecto estado y con los repuestos recién comprados,
por un Overland descompuesto, que por el solo hecho de
ser coche con cambios, y principalmente en cuidar prendas
ajenas, pues cuando un amigo le encargó que le cuidara
su novia mientras iba a la Capital, a su regreso se
encontró que Manitos de Ángel se había desposado con
la novia de su amigo.
En su Finca Monona, a fuerza de
discutir, ha conseguido que las parras produzcan más
uvas que los sarmientos, y en todas las actividades ha
demostrado siempre un conocimiento absoluto de la
materia, que no admite discusión sobre ningún tema.
Últimamente se las ha dado de
carrerero y en compañía del Gringo hicieron una
cartilla, colocando Simpática como ganadora, porque en
el Club la había oído al Bachicha que se la daban como
fija a Bocha Grave, que también es carrerero, aunque
ignora hasta las patas que tiene un jamelgo.
Manito de Ángel se encargó de ir al
telégrafo y como lo único que no sabe es saber que la
memoria es mujer, en vez de Simpatía puso Buenamoza. Al
siguiente día el Gringo salió a felicitarlo porque
había acertado la cartilla, Manito de Ángel voló a
cobrar el premio, pero la telegrafista le hizo recordar
que había tomado a Buenamoza y no a Simpática. Es lo
que falta, le dice Manito, como si Buenamoza no fuera lo
mismo que Simpática. Y a mí me viene a discutir con
esas cosas!
JERJES DE MALLOHUE
Si allá por el Siglo V, el Rey Darío
tuvo un sucesor que se hizo famoso, durante las guerras
médicas, por una gran expedición que preparó por diez
años, y que después al frente de un millón de soldados
de la más formidable escuadra que jamás había surcado
los mares, invadió Grecia, derrotando a Leonidas, que
con 300 espartanos defendía el Paso de las Termópidas,
el que prefirió morir por la Grecia antes que ser el amo
de sus compatriotas, y en donde una inscripción gravada
en un león de piedra dice:
"Caminante, ve a decirle a Esparta
que aquí hemos muerto en obedecimiento a sus leyes"
Hoy en los tiempos que corren en la
tierra del Sol Pintado, donde San Judas Tadeo ha sentado
sus reales, y en donde otro Darío, que se gastaba
cultura y caballerosidad para con el público, dejó como
herencia a Jerjes, policial canino de pura cepa, que si
bien hasta la fecha no ha comandado escuadra alguna por
las corrientes de Hulñico, en cambio ha excursionado por
la tierra prometida de los Pangues, Panquehue,
acompañando a su amo don Arturo, que solo vale tanto
como un millón de soldados persas, y que por rara
coincidencia, con la liquidación de la bencina ha tenido
que enganchar para el arrastre de su trineo anaranjado, a
Leonidas, un brioso mulato.
Pues bien, cuando el Amo cae enredado
en alguna tela de araña de las que le tejen las
súbditas de sus dominios, Leonidas, no el valiente
espartano, sino el brioso mulato, Las emprende veloz,
llevando como único pasajero a Jerjes, que jamás
abandona el trineo de su Amo. Y así como Efialtes, el
traidor griego, que enseñó a los persas el sendero
extraviado por donde solo era posible tomar por la espada
a Leonidas, Jerjes, despertando de su modorra, al sentir
rodar el trineo y viendo que a bordo no está su
capitán, se alza y como Efialtes, por el sendero del
lomo del mulato se corre sigilosamente, y alcanzando con
sus dientes las bridas que arrastraban por el suelo,
sujeta a Leonidas que cae derrotado en su fugitiva
arrancada, devolviendo sano y salvo el trineo a su Amo,
que recién ha podido desenredarse de las aprisionadas
redes que le habían tenido las amarteladas súbditas de
sus dominios, en la tierra prometida de Los Pangues.
EL PAGO DE UNA DEUDA
Don Vicente Pérez Rosales, nos cuenta
en sus "Recuerdos del Pasado", que estando a
cargo del fundo Baldomávida en Nancagua, se presentó en
una ocasión un silencioso caballero que alojaba cerca de
los trapiches de las minas de oro de Millaje, que
trabajaba el insigne minero Zacarías Nikson, y que
perseguido por sus acreedores resolvió vender sus
animales. Como le ofrecían solo 6 pesos por cada vaca
seca, 7 por las paridas y 9 por los bueyes, resolvió ir
al fundo Baldomávida para liquidarlos. Don Vicente le
ofreció más de lo que podía desear hizo el negocio y
lo convidó al almuerzo.
Como notara en muy mal estado los
pantalones que tenía, tuvo el gusto de regalarle unos de
ante, que aunque usados eran decentes al lado de los que
llevaba.
Pasaron los años y en 1860, siendo don
Vicente Intendente de Concepción, le llamó la atención
el ruido que hacían los empleados de la secretaría,
porque había llegado el opulento Don Matías Cousiño a
quién inducían ceremoniosamente a la sala del despacho
"Vengo quejoso contra usted contra
usted, porque en cuatro meses que lleva de Intendente,
aún no ha querido cobrarme lo que le debo."
"¿Deberme usted a mí?"
Entonces Don Matías, cogiéndole la
mano amistosamente, le recordó que en Nancagua, con una
carta de presentación de la industriosa señora doña
Carmen Gálvez Palma, cuyos incomparables alfajores,
paladeaban con entusiasmo, llegó hasta él para venderle
sus animales que no solo se los pagó muy bien, sino que
lo convidó a almorzar y le regaló un par de pantalones
de cuero de ante.
LOS BURROS SABIOS
El paso de un fenómeno Celeste debía
producirse en Tinguiririca, cerca del volcán de ese
nombre, y naturalmente se dejaron caer varios astrónomos
para observar el fenómeno. Se internaron al interior y
pernoctaron en un rancho cerca de la Rufina. A la mañana
siguiente muy de madrugada salieron los astrónomos, pero
la vieja que les había proporcionado el alojamiento les
dijo:
No salgan ahora porque luego va a
llover.
Ellos sacaron sus aparatos y vieron que
no anunciaban agua y se rieron del augurio de la vieja
Ya lo verán, les dijo.
Y los astrónomos partieron comentando
el presagio de la vieja. Pero aún no llegaban al
volcán, cuando se deja caer un terrible aguacero que los
obligó a volver. Naturalmente al llegar al rancho le
preguntaron a Rufina:
Cómo diablos sabía usted que iba a
llover?
Si los burros que pastan llegan todos a
buscar abrigo bajo la ramada que tenemos, es seguro que
va a llover.
Si los burros de aquí saben más que
nosotros, no hay más que volvernos a nuestra tierra. Y
así lo hicieron.
Y la explicación es muy sencilla.
Cuando va a llover se enrarece el aire y comienzan a caer
piedrecillas del alto de los cerros, y los burros que ya
estaban cansados de ver este anuncio, antes que venga el
aguacero se recobijan a su ramada.
LA CEBADA DEL TAMBO
Don Alberto Joglar de la Prida corría
con la explotación del fundo El Tambo y cierto año
quiso que el fundo sobresaliera con la producción de la
cebada, para lo cual solicitó se le enviara la mejor
semilla que se produjera a nivel mundial.
Con tal objeto se pidió a Europa y se
embarcó para Chile lo que allá era considerado como
tal. Mientras tanto Don Alberto hacía preparar el
terreno para sembrarla apenas llegara; pero cuál no
sería la sorpresa al conocer que los sacos aún no bien
borrados tenían el nombre de El Tambo, y le enviaban su
propia semilla como la mejor del mundo.
LA COLA DE LA TERNERA
Don Carlos Moraga que siempre venía a
Rengo a casa de Don Juan Egenau, que era casado con doña
Valentina Moraga, fue el capitán de la torpedera Lynch
que en Caldera echó a pique el Blanco Encalada que
tenía a su bordo a la Junta de Gobierno Revolucionaria.
Entre ellos estaba don Ramón Barros Luco, el que según
las crónicas de aquel tiempo se había salvado por la
cola de una ternera.
Estando de paso en Caldera repetía
esta crónica a un calderino, el que dijo que aún
existía la ternera, pero que nunca había tenido cola,
ya para probarme lo que decía hizo llamar a un antiguo
botero quien me llevó a ver la ternera, contándome en
el transcurso del viaje que cuando sintió el estruendo
que produjo el reventar del torpedo y ver que en el mar
se debatían por salvarse varias personas, corrió a su
lancha y al primero que tomó para salvarle la vida fue a
Don Ramón Barros Luco, y lo salvó en su bote que se
llamaba "La Ternera", y esa es la que usted
tiene a la vista.
EL LOCO JORDÁN
El diputado don Luis Jordán tenía en
un fundo de Requínoa un tío que era loco de verdad
En cierta ocasión le tocó salir al
parque para recibir a un hacendado que venía a visitar
al Diputado. Pase usted, adelante, le dice al visitante
que venía de chaqué y colero. No puedo pasar si usted
no me muestra el camino. Sácate tarro de unto primero,
le dice,... y de un sopapo lo bota al jardín.
Don Luis que había sentido la llegada
del visitante se asoma a la puerta y ve caer a su amigo.
Corre a levantarle y darle las explicaciones del caso,
diciéndole que si tío era loco de verdad.
LOS REMEDIOS DE LOS
DOCTORES
Había antes en Rengo un caballero que
siempre hacía lo contrario de lo que opinaba el vulgo, y
por eso llamaban loco.
Estando enfermo hizo llamar al Doctor
quien le recetó mucho abrigo y que por nada se
destapara. Le dejó la consabida receta para que se
tomara gota por gota su contenido.
Apenas se hubo retirado el Doctor, se
medio vistió el enfermo y salió para la calle, con el
objeto de ir a tomarse una pilsener donde el loco
Federico Santibáñez, que era dueño del Hotel de la
Plaza.
La calle venía llena de agua y tuvo
que mojarse para conseguir lo que deseaba. Vuelto a su
casa pidió el remedio y se lo sirvió todo y se durmió.
A la mañana siguiente muy de madrugada
aparece el Doctor y le pregunta cómo se siente.
-Mucho mejor-.
-Claro, el abrigo y las gotas que te
receté, tenían que hacer su efecto-
-Nada de eso, por que hice todo lo
contrario y debido a ello podré levantarme luego-
Y como dijo lo hizo
A COMER CARNE HUMANA
Don Ambrosio Pemjean que vivió en
Rengo después de haber quedado ciego en las salitreras
de Taltal, fue invitado por un amigo para probar carne
humana, ya que no había razón para no aceptarla, puesto
que se saborea la del chancho que es el animal más
cochino que se conoce, la de la rana que genera los
guarisapos, y así tantas otras calamidades que solo por
costumbre se comen.
Quedaron de acuerdo que cuando se
muriera alguno que no tuviera enfermedad alguna, se iban
a conseguir un pedazo para comérselo asado.
Un día recibió don Ambrosio el
llamado de su amigo para cumplir el compromiso. Lo
esperaba a la hora de almuerzo. Había comprado un gran
pedazo de carne de un animal muerto que lo hizo aliñar
con varios condimentos raros para que tuviera también un
sabor raro. Llegó don Ambrosio y pasaron al comedor y
cuando sirvieron el pedazo de asado, un tosido del dueño
de casa le hizo saber a don Ambrosio que había llegado
el momento de cumplir el compromiso.
-Qué tal el guisito?-, le preguntaban.
-A decir verdad, no es tan malo que
digamos-, y apenas lo había probado: -pero yo no como
más.-
Una carcajada se hizo sentir y luego la
explicación del dueño de casa:
-Cómo se le ocurre don Ambrosio que yo
le iba a servir carne humana?-
LA FALTA DE PODERES
En la Plaza de Armas en la pieza que
ocupa la Botica, se había instalado una mesa electoral,
cuyo presidente era muy macuco por lo cual destinaron los
contrarios al mejor apoderado. Al instalarse la mesa se
pidieron los poderes y naturalmente todos los
presentaron.
-Muy bien, dijo el presidente, pueden
tomar asiento-, y el presidente pasó los poderes al
secretario, quien los guardó sin dejar de ellos
constancia en el acta. Sin incidentes se desarrolló la
votación y cuando llegó la hora del escrutinio, el
Presidente ordenó cerrar la puerta despejando la sala..
-Pero yo soy apoderado y puedo
quedarme-, dijo Víctor Santibáñez.
-Claro que sí, pero debe presentar su
poder-
-Pero si se lo pasé al abrirse la
votación en la mañana y el secretario lo guardó-
Que dice el Secretario: -Que yo no he
visto poder alguno-
-Entonces iré a buscar otro que nada
me cuesta.-
Y salió en su busca. Mientras tanto el
Presidente ordenaba al guardia no abrir a nadie la puerta
hasta que no terminara el escrutinio, el que se hizo como
Dios manda. Al poco rato volvió Santibáñez con un
nuevo poder pero golpeaba inútilmente, pues el
Presidente sufría en ese instante una sordera atroz y el
escrutinio terminó sin que el candidato Santibáñez
obtuviera un solo voto en esa mesa.
QUE TE FALTA PUES LUCO
Después de haberse cacharpeado con la
platita que le produjo la venta de unos limones llevados
desde Pencahue, se paseaba muy orondo por el Pasaje Matte
un hijo de San Vicente y en cada uno de los espejos que
hay allí se detenía a mirarse y exclamaba: ¡Qué te
falta pues Luco!
Un amigo que lo miraba no pudo menos
que detenerse y tocándole el hombro le dijo:
-El talento, pues bruto!-
PRIMERO PASA UN BISQUERTT
En el paso a nivel que hay en la calle
Riquelme se habían bajado las barreras porque venía un
tren por la línea, cuando la guarda vía ve que un auto
se detiene y un caballero que lo maneja pregunta en alta
voz:
-¿Es tren de pasajeros o de carga el
que viene por la línea?-
-De carga, le responde la guarda-vía
-Entonces no puede pasar antes que pase
un Bisquertt!-
Y de un golpe del auto saltaron las
barreras despedazadas, logrando pasar al pelito, sin que
el tren de carga le alcanzara a tomar el auto.
Al día siguiente se fue a la estación
a pagar el perjuicio por no haber dejado que un simple
tren de carga pasara antes que un Bisquertt por el paso a
nivel de la calle Riquelme
EL RASPADO DE LA
PAVIMENTACIÓN
Un alcalde de Rengo, tenía
completamente prohibida la raspadura de la pavimentación
que se hace en la noche para limpiarla , porque no lo
dejaba dormir.
En cierta ocasión que se recogía
tarde de la noche acompañado de unos amigos, vecinos de
su casa, lo dejaron que subiera las escalinatas y ellos
entraron a la casa de uno de ellos, y calculando que el
Alcalde ya estaría en brazos de Morfeo, salieron a la
calle y principiaron a raspar el pavimento con toda
furia.
Al sentir el Alcalde el ruido que tanto
le molestaba, saltando de la cama tomó una escopeta y
por la ventana disparó dos tiros al aire.
Una carcajada de los amigos fue el
epílogo de la broma.
LA SEGURIDAD ELECTORAL
Arturo Rosales pretendió en una
ocasión ser regidor en la Municipalidad de Rengo y
solicitó de sus amigos toda cooperación.
En el día de la elección se situó en
la esquina sur oriente de la Plaza, a media cuadra de las
mesas que funcionaban en la Municipalidad. Todo el que
pasaba y era amigo le pedía un voto con su nombre.
Rosales lo anotaba. A las doce del día ya se creía
seguro y a los que venían a pedirle voto se los negaba
porque creía era perderlos. Tenía seguros más que los
indicados para salir de regidor con la primera mayoría.
Llegó la hora del escrutinio y Rosales
no obtuvo ni la mitad de los que eran necesarios y se
perdió.
Tal es la seguridad en las elecciones
antes que ellas se verifiquen, y eso que las mesas
estaban solo a media cuadra del candidato
EL ENEMIGO A LA VISTA
Siempre ha siso el pueblo de Rengo como
nos lo pinta el Poeta de Colchagua, don Tristán Gálvez
Palma:
Con perspectiva muy bella
Tiene Rengo hermoso valle
Pero muy obscura estrella:
No habiendo más que una calle
Todos se pierden en ella
Y esta calle es la que en otro tiempo
fuera el cauce del río Claro, en cuyas márgenes el
Presidente de Chile don Tomás Marín de Poveda en 1692
mandara fundar un centro de población, para que tuvieran
donde descansar o pernoctar los viajeros que hacían sus
largas caminatas a lo largo del territorio chileno, y a
la que le dio el nombre de "Lugar del Río
Claro"
Como los viajeros del Norte, sin más
brújula que las sobresalientes puntillas de los cerros,
atravesaban los áridos campos de Requínoa siguiendo la
senda llamada Matabellacos, obscurecida por los no
interrumpidos bosques de pataguas en Pichiguao, y de
lingues al Sur de Pelequén, deseaban llegar cuanto antes
al Lugar de Río Claro, el Director Supremo don Ramón
Freire, con fecha 22 de Julio de 1825, le cambió este
nombre por el de Villa Deseada.
Era esta Villa, en aquella época, un
verdadero oasis, no solo para los extenuados viajeros del
Norte, sino también para los del Sur, que tenían que
cruzar los yermos parajes de Los Barriales y los
cenagosos de Pelequén, para poder llegar hasta ella,
cuya calle principal había sido delineada por el propio
Río Claro a orilla de cuyos barrancos los precavidos
habitantes tenían sus casas construidas como si fueran
de dos pisos, por ser la calle un abismo y las aceras en
balcón volado, para defenderse de las crecidas
invernales.
Solamente el 17 de Septiembre de 1831,
don Fernando Errázuriz, en la víspera de entregar el
mando Supremo al General Prieto, bautizó con el nombre
de Rengo, en homenaje al famoso lugarteniente del heroico
defensor de la independencia araucana, el bravo
Caupolicán a esta villa, la que después por decreto de
7 de Agosto de 1855 el Presidente don Joaquín Pérez le
diera el nombre de ciudad.
Pues bien, en 1859 y siendo Gobernador
de Rengo don Manuel Portales, hermano del famoso
estadista don Diego, recorría la provincia de Colchagua,
en una época de revoluciones, el Presidente don Manuel
Montt, cuando al pasar por el cauce seco del Río Claro,
en lo que hoy se llama la curva, el Gobernador Portales,
con cierto aire cómico, le dice al Presidente:
-Excelencia, El enemigo a la vista!
-¿Y por dónde viene?, le pregunta
lleno de inquietud
-Por allí, le dice Portales,
señalando el cauce seco del Río. El enemigo de Rengo es
el Río Claro, que todos los años sale por la calle del
pueblo y anda por donde quiere, mientras que los
habitantes lo hacen por donde pueden.
Tranquilizado el Presidente Montt, el
que en un principio creyó que alguna montonera política
le acechaba a su paso, prometió al Gobernador Portales
exterminar al enemigo de Rengo. Y en efecto, a los pocos
días después llegaba a Rengo una comisión encabezada
por el ingeniero Lazaeta, la que no solo inició los
estudios del caso, sino que inmediatamente se comenzaron
los trabajos para construir unos malecones que obligaran
al río Claro a cambiar de rumbo, como efectivamente
sucedió, ubicándose en el cauce del estero Larrea, que
es por donde corre hasta nuestros días.
LOS PRIMEROS DEMÓCRATAS
RENGUINOS
Corría el año 1890 y era Gobernador
de Rengo don Daniel Morán, la autoridad más distinguida
y estimada que jamás haya tenido departamento alguno de
Chile.
El partido Demócrata comenzaba su vida
política organizando agrupaciones en los distintos
pueblos de la República y habían fijado el primer
Domingo del mes de Agosto la fecha en que debía fundarse
en Rengo; pero algunos vecinos, de acuerdo con las
autoridades, se propusieron frustrar la organización de
esta nueva entidad política en Caupolicán.
Como según la tradición indígena son
los chancahuinos descendientes directos de los más
tenaces defensores de la provincia de los promaucaes y
los que mayor resistencia opusieron a Singuiruca,
generalísimo del poderoso ejército de los incas,
conservando incólume su fama de audaces y atrevidos, se
mandó un propio al rincón de Chanqueahue en busca de
uno de éstos, y lo encontraron el viejo arriero Hilario
Lobos, a quien le designaron capitán de asalto y le
impartieron las órdenes del caso. Mientras tanto el
Gobernador citaba al Batallón Cívico de Rengo a
ejercicios e invitaba al pueblo a un campeonato de tiro
al blanco en la Pampa, que en aquel entonces lo era el
terreno municipal de la Curva.
Cuando el Ordinario de Chillán se
detuvo en la Estación de Rengo el Primer Domingo de
Agosto de aquel año, en la plataforma del carro
apareció la Delegación del Partido Demócrata que
venía de la Capital a organizar en nuestro pueblo la
primera agrupación. El recinto de la Estación estaba
desierto, pues al compás de las marchas de la excelente
banda de músicos que dirigía el primero Orellana, todo
el pueblo había seguido al Batallón, cuando éste
abandonó su cuartel de la calle San Pablo para dirigirse
a la Pampa; pero en cambio allí estaba Hilario Lobo, el
viejo arriero chanquiahuino, con su gran recua de burros,
cada uno de los cuales llevaba a manera de capachos, unas
latas con un letrero que decía "Yo soy
demócrata".
El gran tribuno don Malaquías Concha,
que presidía la delegación santiaguina, sin inmutarse,
y con cara sonriente, se descubrió la cabeza y con gran
parsimonia exclamó en alta voz:
-En el primer burro que tengo a la
vista, saludo al seños Gobernador, y en los demás a
todas las autoridades y personas caracterizadas de este
pueblo asnal.
Y descendiendo del carro a la cabeza de
su comitiva tomó por la Alameda en dirección a la Plaza
de Armas, escoltado de cerca por la recua de burros del
arriero Hilario Lobo, que no le perdía pisada. Cuando la
Delegación iba a cruzar la calzada Norte de la Plaza
para seguir por la calle Prat, el arriero Hilario clavó
espuelas a la burra madrina que montaba, y arremetió
contra el portaestandarte arrebatándole el pabellón,
emblema de la naciente ideología demócrata, y
arrancando por la calle Urriola, como ánima que lleva el
Diablo, le siguieron en orden disperso todos los burros,
que con el ruido de las latas y una de rebuznos
formidables, formaban una algaraza de los mil demonios.
Cuando al caer la tarde de aquel día
se daba por terminado el concurso de Tiro al Blanco y el
Batallón Cívico se preparaba para regresar a su cuartel
de San Pablo, se vio llegar a la Pampa de la Curva al
viejo arriero chanquiahuino, seguido por su inseparable
recua asnal, que iba a depositar su trofeo de guerra a
los pies del Gobernador Morán, y se le oyó decir:
-Los primeros demócratas renguinos,
señor Gobernador, han cumplido con su deber y os traen
el emblema de su nueva ideología
Y como signo de aprobación se elevó
al cielo un coro de rebuznos, y luego al galopito corto,
la recua del arriero Hilario se alejó de la Pampa para
volver a su caserío del Rincón de Chanquiahue, y seguir
en su tranquila tarea de bajar leña desde lo alto de
Huilquio.
EL BUEN OJO DEL GOBERNADOR
En 1912 era Gobernador de Rengo un
caballero que todos los días Domingo se le veía salir
muy de mañana con su arrea de caza y escoltado por su
asistente el cabo Mora, y luego regresar por la tarde con
su morral repleto de perdices. Si a esto se agrega que en
todos los concursos de tiro al blanco se sacaba todos los
años el primer premio, se comprenderá con qué razón
era tradicional en Rengo el buen ojo del Gobernador.
Pero como nunca falta un roto para un
descosido, no faltó quien dijera haber visto al
Gobernador dormitando a la sombra de un espino, mientras
el cabo Mora se dedicaba a llenar de perdices el morral
del Gobernador. Menos mal que las perdices, bien
escabechadas por la propia mano de la señora del
Gobernador, se las ofrecía a los renguinos en las
numerosas fiestocas que antes era costumbre dieran los
Gobernadores con cualquier motivo.
Como sucede en todo pueblo chico, nunca
falta un grupo de cortesanos que le llevan el amén a la
autoridad y que se encargan , con su boca rota, de
pregonar las bondades y bellas prendas que adornan al
Soberano del pueblo; y eran estos los que más hacían
resaltar la buena puntería del Gobernador. Pero como
tampoco nunca faltan los incrédulos, no faltó quien
dudara de tanta bondad y para demostrarle al pueblo que
nunca es oro todo lo que relumbra, se propuso hacerle una
jugada al propio Gobernador.
Se efectuaron en los días del
dieciocho un concurso de tiro al blanco al pié del cerro
Las Ánimas en el portezuelo de Santa Rosa de Pelequén.
Cuando se iba a dar comienzo al campeonato, y
naturalmente, al Gobernador, como primera autoridad le
correspondía romper el fuego, uno de sus cortesanos se
adelanta para poner en sus manos el rifle con que se iba
a iniciar el tiro; pero el Presidente del Club, que lo
era el inolvidable filántropo don Juan Egenau, le dice
en forma repentina:
-Gobernador, creo que ese rifle está
descalibrado, espérese.
Y quitándoselo de las manos se
adelanta y comienza a disparar con él. Cinco famas
seguidas anunció el marcador que siempre era el Cabo
Mora, asistente del Gobernador.
-Estaba equivocado, Gobernador, el
rifle no puede estar mejor y aquí lo tiene, le dice don
Juan.
Dispara enseguida el Gobernador y solo
"huevo" y "huevo" indica el señalero
con las banderolas
--Parece que el tradicional buen ojo
del señor Gobernador, se ha echado a perder por esta
vez, le dice socarronamente Don Juan, y el premio se le
va volando.
Así parece, respondió todo ajisado el
Gobernador, pero lo que no se va a volar son los 15 días
de arresto al señalero por no haber adivinado que por
esta vez me ha correspondido disparar en segundo
lugar....!
LA ÚNICA VANIDAD
Allá por el año de la revolución a
Balmaceda vivía en Rengo una familia de linajuda
prosapia, que auque había tenido numerosa descendencia,
la coronta se había desgranado y solo quedaba Laurita,
la que a pesar de su edad provecta, como buena hija de
Eva, aún se creía , a través del cristal de Cupido,
una sílfides voluble impalpable y misteriosa, y por lo
tanto, enamorada de sí misma.
Por aquel tiempo había llegado al
Liceo Alberto el Poeta, discípulo de Apeles y Miguel
Ángel, y que traía fama de gran artista en el arte de
los pinceles.
Cierto día en que el pintor se
encontraba repantigado en su butaca, entre bocetos y
cuadros, buscando en la lectura de Alfonso Karr una
inspiración que le permitiera pintar en ruido de la
brisa, el silencio de la montaña, el lenguaje de las
flores o el rostro de una mujer bonita con pretensiones
de hechicera, sintió que la puerta se abría y que la
silueta vaporosa de Laurita se dibujaba en el dintel.
--Vengo atraída por su fama, a
solicitar de usted un boceto de mi retrato.
--¡Enhorabuena! Señorita, sírvase
colocarse en pose.
Como Laurita era una verdadera ardilla
con faldas comenzó con una postura alegre y jovial, la
que luego cambió por otra de carácter romántico, con
mirada lánguida, triste y pensativa. Si en la primera
parecía una monjigata arrancada del colegio, en la
segunda era ver a Santa Cecilia con ojos clavados en el
cielo.
--Señorita, si desea un buen boceto,
le recomiendo que tome una postura natural.
--Bueno, aquí me tiene a la negligé.
Y cerrando los ojos despectivamente, apretando un poco
los labios, dejó que un rizo cayera sobre su frente.
Pero antes que el pintor concluyera el boceto, ya Laurita
estaba a su lado y le decía:
--¡Por Dios! Señor Artista, me ha
dejado como una vulgar campesina, ¡qué horror! Creo que
la primera pose era mucho mejor. Y arreglándose de nuevo
el pelo y tomándose cierto aire majestuoso, le dice al
Pintor:
--¡Empezad de nuevo!
Alberto el poeta recoge sus pinceles
nuevamente y bosqueja un nuevo retrato.
--No olvidéis el verde esmeraldino de
mis ojos, ya que mi única vanidad es la de creer que
ellos no son tan feos que digamos!
--Señorita, si esto es tan solo es un
bosquejo
--Ni en un bosquejo permito que me
saquen con una boca que parece que voy a tragarme una
ballena.
--Si quiere la pinto sin boca?
--Agradezco, pero no acepto el consejo,
porque cuando una tiene poco de bueno, es excusable que
dañen hasta los artistas las dimensiones de la boca.
El pobre pintor borra otra vez el
bosquejo empezado
--¡Bien decía yo que la primera pose
era la que más me asentaba!
--Tomad cualquiera, señorita, pero
tomadla en definitiva. Y Laurita se pone entre alegre y
seria, ya como tímida colegiala, ya como princesa
destronada.
El pintor cree haber clavado la rueda
de la fortuna y se apresura a cogerla al vuelo para
bosquejar su fisonomía. Y cuando se considera
satisfecho, creyendo haber vencido, oye a Laurita
exclamar de esta manera
Hola señor Pintor!, Parecéis muy
contento de vuestra obra, pero me permitiréis hacerle
una crítica: mis ojos son más expresivos, mis orejas no
son tan grandes y mi boca no es un tajo sin vida sin
agitación, sino que ella es un nido de besos que pugnan
por echarse a volar. ¡Oh! Los artistas no comprenden la
pena que da un retrato donde no pueden verse los dientes,
sobre todo cuando ellos no se deben al dentista, sino a
Dios!
--Señorita, borraré el bosquejo y os
retrataré cantando para que así los podáis lucir
mejor.
--Conforme, porque talvez ignoráis que
mi única vanidad es la de creer que si no canto como la
Patti, tampoco soy inferior a ella. Yo no sé porque los
artistas nunca pueden hacerme un buen retrato, que sea
fiel reflejo de mi organismo.
El pobre Pintor comenzó un nuevo
bosquejo en el cual aparecían las perlas de su
dentadura, y sin embargo, Laura lo detuvo.
--¡No sigáis o más bien no
principiéis así! Habéis olvidado que yo no quiero
parecer como monja de caridad; yo no paso por tener un
cuello que si no es de nieve, tampoco es más obscuro que
ella; pero las perlas de mi collar me sientan
maravillosamente y si puedo tener un relámpago de
vanidad, el está fundado en quien yo soy la que soy!
--Señorita, de cualquier manera que os
retrate, siempre quedareis encantadora!
--¡No digáis eso! Sabed que tengo
horror a los cumplidos lisonjeros.
--Pero en fin, ¿cómo queréis que os
retrate?
--Mi única vanidad es la de tener un
retrato tal cual soy: modesta como aldeana, altiva como
reina, apasionada como Safo y con voz no inferior a la
Patti.
El Pintor arrojó lejos los pinceles, y
Laura abriendo desmesuradamente los ojos, desapareció
del taller del Artista, cabizbaja y pensativa...!
LA CUNA DE LA AVIACIÓN
CHILENA
Péomo, como se llamaba primitivamente
a la que fue capital del departamento de Cachapoal, en la
antigua provincia de OHiggins, y cuyo nombre indica
la clase de árboles que cubrían sus tierras y que
sirvieron a los españoles para transformar los cueros de
las cabras en cordobanes; Péomo que en las postrimerías
de la Colonia y en la primera edad de la República, tuvo
gran celebridad gracias a la palabra elocuente del gran
doctrinero de esa parroquia don Antonio de Zúñiga, que
en los días festivos enseñaba las mejores máximas para
alcanzar la vida eterna; y que estableció una beatería
para recluir a las Magdalenas arrepentidas de haber
llevado una vida descuidada...; y a donde vinieron a
terminar sus días tres nobles señoras de la familia
Carvajal, parientes cercanas del Rey Carlos III; Péomo
que en su pico más alto de su Gulutrén tiene una cruz
de fierro que la repuntan los peomenses como la primera y
única maravilla de toda la provincia, ¡Péomo es
también la cuna de la aviación chilena!
Si Leonardo de Vinci en las
postrimerías del siglo XV, inventó un aparato en el
cual se podía volar, Colina Labarca, a fines del siglo
XIX ideó otro con igual objeto.
Catecúmeno de un convento dominicano,
salió de allí con más corona que sabiduría y
desengañado de la vida del claustro pretendió
recompensarla engañando a sus semejantes.
Con gran ahínco se propuso resolver el
arduo problema de elevarse en el aire como cualquier
pajarraco. ¿Por qué, decía, el chercán, un miserable
pajarillo pudo dominar al elemento gaseoso, y el hombre,
rey de la creación, no puede hacerlo?
Y se pasaba los días de claro en claro
y las noches de turbio en turbio, estudiando la mejor
forma para despejar esta incógnita, valiéndose de una
infinidad de aves que había hecho encerrar en una gran
pajarera, y cuya manera de volar iba estudiando una a
una. Hasta que un día creyó haber descubierto la piedra
filosofal, al considerar que el tiuque era el ave que
mejor podría servirle de modelo por su tranquila y
despectiva manera de volar; y descogotándolo sin
compasión, le sacó con gran cuidado las dos alas,
calculó sus dimensiones con relación al peso del
cuerpo, y confeccionó, con gran cantidad de plumas de
ganso, otras idénticas en relación con su propio peso.
Cuando consideró que todo estaba
listo, fijó la fecha para el primer ensayo de su gran
descubrimiento, y naturalmente que todos los peomenses se
dieron cita para presenciar tan fausto acontecimiento,
que le darían honra y prez a los hijos del Gulutrén.
Era un 4 de Octubre de 1896, día de
San Francisco de Asís, y la finca de Colina Labarca, que
estaba en el barrio de Aguas Claras, rebosaba de
peomenses. Vestido ceremoniosamente con los restos de su
indumentaria claustral, se presentó Colina Labarca ante
sus coterráneos, los que lo recibieron con una colosal
manifestación de entusiasmo, y en el acto comenzó a
treparse por una escala que tenía afirmada sobre un
añoso palto. Allí se puso las alas que le dieron al
momento apariencia de un enorme ganso, y ordenando quitar
la escala, se irguió, abrió las alas y a la manera de
un graznido exclamó:
--¡Sin Dios ni Santa María!... y se
lanzó al espacio.
Una quebrazón de ramas fue el
elocuente resultado del gran descubrimiento, porque
Colina Labarca, en vez de elevarse como tiuque, tranquila
y despectivamente, se vino guarda abajo con gran
estruendo, quedando milagrosamente encajado en una rama,
como cuenta Ercilla lo fue Caupolicán en una quila.
Y así terminó, a fines del siglo
pasado, la primera tentativa en América, para imitar el
vuelo de los pájaros, y razón tienen las comadres de
Aguas Claras para decir que las lumbreras de Péomo, si
hubieran dado fuego, habrían iluminado con sus
resplandores la cruz del Gulutrén
LAS MUJERES SON EL DIABLO
En el antiguo valle del "manantial
de los mochuelos", que los indígenas llamaban
Copequén, al Sur Poniente de la puntilla de Guilolmo,
estaba la misteriosa laguna de Cachantú, cuyas aguas
gelatinosas tenían fama de hacer volver la perdida
juventud, aún a las indias más carcomidas por el tiempo
y la garúa. De ahí las grandes peregrinaciones de la
indiada de la provincia de los promaucaes hacían a la
laguna para recuperar lo que hoy pretende en vano
devolver la falda a los escoceses, la melena a lo
muchacho, y más que todo el inútil y pernicioso
embetunado a lo artista de circo arrabalero. ¡Cómo
sería la fama de la bondad de esta agua de Cachantú,
que llegó hasta el cielo la noticia y llenó de júbilo
al anciano de San Pedro! Inmediatamente elevó a la Corte
Celestial una solicitud pidiendo su feriado legal, pero
no faltó quien lo soplara al Padre Eterno que la
presidía, que el más asiduo visitante de Cachantú era
Satanás, el que gracias a esta agua se mantenía como
solterón empedernido, más fresco y lozano que una
lechuga recién cortada, y de ahí que no se diera lugar
a ella, mientras no se confirmara la efectividad de los
hechos, para lo cual la corte comisionó a su propio
presidente, el Santo Padre, para que en rápida gira por
la Tierra se impusiera de visu e informara por escrito de
los resultados.
Al clarear de un hermoso día se
encontraba la indiada de promaucae alrededor de la laguna
de Cachantú, entregada por completo a sus abluciones
matinales, y en medio de ella sobresalía la
fosforescente figura de Satanás, con sus saltos
ornamentales, cuando se vio venir por la falda de la
cuesta del Tallen, que una a Nalcura con Chiñihue, a dos
extraños personajes cabalgando sendas mulitas alazanas.
Apenas se dio cuenta Satanás de que uno de esos dos
viajeros no podía ser otro que el Padre Eterno, ya que
le rodeaba una aurora de luz resplandeciente, cuando
montando en cólera como todo bilioso solterón, la
emprende a puñete limpio con la primera persona que
encuentra a su paso, pero así como cuando menos se
piensa salta una liebre, Satanás se encontró con al
horma de su zapato en la más formidable mocetona que
recuerdan las crónicas indígenas, bajo cuyos puños
muchos godos habían pagado con su vida la sed inagotable
de riquezas que los consumía, la que le devolvía
puñete por puñete, en medio de una rueda de mirones que
hacían apuestas por ambos lados.
Al ver el Padre Eterno el altercado que
se había formado en la laguna, ordenó a su compañero
de viaje, que lo era el Arcángel San Miguel, se adelanta
y fuera a apaciguar los ánimos en Cachantú, y no
regresara mientras no volviera a reinar la paz y
concordia en la Laguna.
El Arcángel picó de galopito corto
por los faldeos y pronto pudo imponerse de lo sucedido, y
como buen militar de las campañas del Diluvio,
desenvainó la cimitarra que siempre llevaba al cinto, y
de un solo golpe hizo saltar lejos las dos cabezas de los
combatientes. La muchedumbre impresionada puso pies en
polvorosa, y el Arcángel muy satisfecho volvió al
encuentro del Santo Padre
"Pero qué has hecho Hijo mío?,
le dijo éste al verlo
"Poner paz y concordia en
Cachantú.
"Pero esa no es la manera de
hacerlo. Vuelve, que yo remediaré el mal, Junta las dos
cabezas a los cuerpos y me avisas.
Malhumorado picó de nuevo el Arcángel
por la misma ladera del cerro, y tomando la primera
cabeza que encontró a su paso, se la acercó al primer
cuerpo con que tropezó, y la segunda se la puso al otro.
Avisado el Padre Eterno con soplo del devolvió la vida,
pero ¡he calamidad!, El Arcángel se había equivocado,
y Satanás se alzó con cabeza de mujer y la india con la
de aquel.
Y desde entonces cuentan los Huailenes
y Guaequiantes de Copequén, que fama en Cachantú que
las mujeres son el diablo, y agregan que el cuadro
bíblico que representa esta tradición fue tomado
original en Cachantú.
SANTA ROSA DE PELEQUÉN
Pelequén o Pelenquero, como decían en
antaño, es una voz quechua formada de "pele"
(barro) y "quen" (laguna. Y en verdad, los que
tengan que traficar por el caserío de este nombre, que
hoy se llama Pelequén Viejo, les será difícil zafarse
de los barrizales que interrumpen todo tránsito por
dicha zona. El Pelequén actual se formó cuando llegó
el ferrocarril a esta parte, y naturalmente tomó rápido
incremento superando bien pronto al caserío antiguo por
donde pasaba la senda que iba del lugar de Río Claro a
Mallohue
Cuentan que en una ocasión el Gran
Mariscal de Campo don Ambrosio OHiggins pasaba en
su birlocho por estos barrizales y la noche se le vino
encima, viéndose obligado a pernoctarse en casa de una
familia de apellido Riquel que era las más acomodadas de
la comarca. Y cuentan que fue allí donde conoció a
doña Isabel Riquelme, aristócrata dama chillaneja, que
de paso se encontraba en casa de sus parientes de
Pelequén, y de quién fue hijo, según la Historia, el
primer Presidente de Chile don Bernardo OHiggins.
Cuando el joven Mariscal continuó
viaje al día siguiente hacia la Frontera, dejó olvidada
en su cuarto donde alojara, una imagen de madera tallada
en Quito, que representaba al Niño Dios, y que
acostumbraba llevar siempre consigo. Como hueso santo
conservaron durante muchos años este histórico
recuerdo, el que iba dándose de padres a hijos, sin que
por ningún motivo saliera de la familia Riquel, que hoy
se ha transformado en Riquelme, cuyo entroncamiento con
el Gran Mariscal, auque clandestino, les llena de orgullo
y satisfacción, hasta que vino a caer en manos de
Rosita, una chicuela que más parecía cholita de Azapa
que Dulcinea del Huiñico, pero descendiente en línea
recta de la que por tomar la curva dio el mejor producto
de la Patria Vieja, Y como rosita era una flor sin
espinas, no podía faltarle su moscardón, de esos que
siempre buscan el néctar de la vida en el capullo más
lozano del jardín.
En cierta ocasión en que toda la
familia de Rosita había salido para el convento de San
Antonio, que los Padres Franciscanos habían construido
al pié del Sol Pintado, en Malloa, y que a decir de Fray
Diego de Córdoba y Salinas, sólo se ocupaban de
continuas misiones para los indios, el moscardón de
Rosita, que había llegado a ser muy de la casa, como
ocurre siempre con esta clase de mosquitos, se aprovechó
de las circunstancias para entrar en ella, y tomando en
sus manos al Niño Dios, con un cortaplumas comenzó a
modificarle las facciones y a podarle todo lo que le
pareció superfluo. Y como en verdad era un artista en
tallado de madera, cuando terminó su obra notó que sin
quererlo había modelado las facciones de Rosita, y
devolviéndolo al altar de donde lo tomara, se alejó de
la casa de su amada..
Cuando al caer la tarde de ese mismo
día, la familia Riquel se reunía para rezar el
consabido e indispensable rosario, un grito de sorpresa
se escapó de todas y cada una de las mironas, al ver que
la imagen del Niño Dios, no solo había cambiado de
sexo, sino que era el vivo retrato de Rosita.
Milagro patente! Exclamaron de voz en
cuello y el eco repercutió como por encanto en contorno
de las treinta leguas que según el Itmo. Señor
Humanzorro, comprendía el curanto de la doctrina de
Malloa, el que estaba a cargo del doctrinero don José
Alvarez de Toledo, el mismo que destinó el último resto
de su patrimonio para adquirir el terreno y construir la
actual casa parroquial, que aunque modernizada, existe
hasta la fecha a la sombra de seculares palmeras de
Malloa
Desde aquel día comenzó la devoción
por la nueva imagen milagrosa que fue confirmada con el
nombre de Santa Rosa, por el gran parecido que tenía con
la cholita Riquel: pero el Doctrinario dispuso que la
Santa, por ser milagrosa, debía ser de propiedad de la
Iglesia y ordenó, sin mayores trámites, su traslado a
ella. La familia Riquel pretendió oponerse, pero la
voluntad de Alvarez de Toledo era en aquellos tiempos una
órden fulminante, y la Santa, quiera que no quiera, hobo
de caminar hacia la Iglesia de las palmeras. Con tal
motivo se originó un litigio que duró muchos años
porque a la Autoridad Eclesiástica no le convenía
resolverlo, hasta que las partes, de común acuerdo,
convinieron en nombrar al presbítero Gaspar Lazo de
Balcazar, dueño de la hacienda de Pelenquero, como
amigable arbitrador para que desatara el nudo gordiano.
Como Lazo de Balcazar estaba para extender escritura de
arrendamiento de su hacienda, al Alférez don Diego
Gómez de Ruiseñada, por haber sido nombrado sucesor, en
la doctrina de Copequén, de Luis de Molina Parraguez, y
de ahí que no tuviera empacho para dictaminar en la
siguiente forma: "Para que las partes no queden
agraviadas con mi resolución y careciendo Pelenquero de
una Patrona consagrada, pase la imagen a ser propiedad y
patrona de esta iglesia, con el nombre de "Santa
Rosa de Pelequén".
Y desde entonces no solo cambió de
nombre este nuevo centro de población, sino que las
rucas de Pelequén Viejo comenzaron a ser desalojadas y
los pobladores a ubicarse lo más cerca posible de la
Santa milagrosa, ya que los peregrinos que venían de
cien leguas a la redonda, traían sus petacas repletas de
cuartillos, no tan solo para pagar a la Santa las mandas
hechas, sino también para darse una farra de muchos
días, en el transcurso de los cuales hacían su agosto,
como lo hacen hasta la fecha los que viven radicados en
donde en otras épocas no existía mas que una simple
laguna de barro.
EPILOGO
Para acortar las tardes frías y
endemoniadas, siempre ha sido costumbre la reunión de
garipauchos, cortos de vista, tosedores, y enflemados
como ellos solo; y al correr de los tiempos, esa añeja
tradición la han heredado, que aunque no frisan en los
setenta, van camino de ellos...
¿Qué nadie lo cree? Pues oigan y ....
punto en boca.
¡Hola! Cómo te va Pollo Fiambre?
Como siempre Locatelly, el yugo del
matrimonio me tiene más jorobado que mi amigo Huevito
del Día.
Y qué hay de nuevo por el Pueblo?
Nada que yo sepa. Estamos escasos de
noticias, sin embargo luego tenemos casorio.
Y quién es el desdichado, pregunta el
Mito
Goyito, el Gringo de la esquina
Vaya con Goyito. No lo creía tan
atrevido.. Y la niña es joven?
Así, así. Con la costumbre de
"conservar la línea", la edad de las mujeres
ha pasado a ser la incógnita más difícil de despejar.
Dicen que tiene sus reales.
Vaya con Goyito, y se hacía el de las
monjas, comenta el Mano de Angel
Así lo creo , interrumpe Pascual Loro,
porque aseguran que es muy dado a empinar el codo
Caba...llero...de gracia...me llaman
(entra otro Garipaucho arrastrando los pies con unos
libros bajo el brazo)
¡Oh que a tiempo llegas, Tarro con
Piedras!, comenta uno
Juguemos un cacho y póngase una
botella de rica chicha, don Maximiliano
...............
Y así, en el mesón, con el rodar de
dados, entre el chin chin de los vasos se pasan un buen
rato, para luego regresar a sus casas satisfechos de
haber acortado la tarde......